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  a proposito de mis vacaciones
 

A PROPOSITO DE MIS VACACIONES


El medio periodístico mas influyente de la Web retoma su intensa labor, luego de unas cortas vacaciones, para difundir un acontecimiento que, según analistas especializados, marcara un antes y un después en la historia de los argentinos. Así es, no se trata nada mas y nada menos que de mis vacaciones en la costa atlántica, por supuesto, acompañado por un selecto grupo de amigos, quienes encarecidamente me pidieron que los mantenga en el mas absoluto de los anonimatos, dados los escandalosos sucesos en los que, una vez mas, nos vimos involucrados.
 
Pido disculpas por adelantado por el desorden y la total incoherencia de la narración que a continuación les ofrezco, pero no es mas que el fiel reflejo de lo que fueron nuestras vacaciones y del estado en que volvieron nuestras capacidades motrices y mentales, aquellas que no se quedaron allá.
 
Resulta que este año, ante la falta de una previsora y estructurada organización del viaje, nos vimos forzados a contratar un coordinador, quien nos acompañaría durante todo el periplo. Quien les escribe, como consecuencia de unas inevitables complicaciones en la redacción, no pudo estar presente durante los primeros cinco días. Sin embargo, al poner un pie en la casa no pude evitar notar, con cierta desilusión, por supuesto, que nuestro empleado no estaba cumpliendo con las más fundamentales de sus funciones. Zorro tres, así denominare de aquí en adelante a uno de los miembros del grupo, ya se había quedado sin ropa interior limpia y, no solo eso, si no que sufría hambre y sed, esto según sus propias declaraciones. Cuidar de zorro tres fue la razón principal, tal vez la única, del empleo de este sujeto. Por eso es que me enfurecí y decidí ponerle los puntos sobre las ies al colorado este. Pasados treinta minutos ya había ido al mercado a comprar víveres y se encontraba dándole un baño de esponja al descuidado zorro tres. Lamentablemente mi regaño no fue lo suficientemente aleccionador, a pesar de abundar en lo que respecta a violencia verbal, careció totalmente de unos buenos cintazos o, cuanto menos, de una módica paliza. Resulta que días después, a zorro tres le hurtaron el celular y la billetera, ambos elementos depositados en una de las mochilas que solíamos llevar a la playa, mientras se encontraba completamente ebrio bailando al ritmo del reggaeton. El coordinador no pudo contestarme con precisión que estaba haciendo al momento del ilícito, por lo que lo incluí en mi lista de sospechosos. Mis dudas se confirmaron al ciento por ciento cuando, ya al último día de nuestra estadía, no había realizado la respectiva denuncia en la comisaría correspondiente, objetando infantiles excusas. Entre las más ridículas, que los baños de esponja a zorro tres le demandaban gran parte del día. Como si hasta aquí fuera poco, las finanzas del ya numerado zorro fueron, siendo generosos, un desastre. En repetidas oportunidades tuvo que recurrir a importantes créditos de amigos y familiares que, tras el despido del coordinador bajo la tutela del cual los pidió y recibió, pasaron a formar parte de lo que en la jerga contable se conoce como créditos de nula cobrabilidad dentro del patrimonio de sus arriesgados prestamistas. El rubro nutricional no tiene nada que envidiarle al financiero; parece que la madre de zorro tres se habría quejado de que el mismo habría vuelto con algunos kilos de más. Imperdonable.
        
Lo que relato a continuación surge en uno de esos inoportunos momentos de máxima inspiración, a escasos días de rendir un examen final y rodeado de libros en mi escritorio. Claro, nuestras vacaciones no podían quedar en las pasivas aventuras del entrañable zorro tres.
 
Casi instintivamente, al ver alguna publicidad de cerveza donde una multitud baila en una paradisíaca playa al son de alguna pegajosa melodía, uno se dice que eso no pasa en ningún lado. Señores, paso a comunicarles que al llegar a la playa de la caseta presencie un espectáculo que poco tenia que envidiarle a esos que vemos en la televisión. Inclusive hasta los superaba en varios aspectos. Por nombrar uno de los mas llamativos, los vendedores de churros bailaban frenéticamente al compás de alentadores cánticos de los borrachos, mientras sus canastos, nunca vistos con mercaderia, pasaban de mano en mano por sobre las cabezas de la muchedumbre, las mas de las veces conteniendo alguna muchacha. El hecho de estar uno ahí presente también podría considerarse una ventaja. Al margen de detalles por el estilo, a primera vista, todo se parecía bastante: hombres musculosos y mujeres de curvas voluptuosas, ropa y accesorios a la ultima moda, considerables cantidades de alcohol, música de escaso contenido artístico, la inexistencia de cualquier tipo de publicación literaria en kilómetros a la redonda, esa idea generalizada de que en ese lugar se puede hacer el peor de los ridículos sin que nadie lo recuerde a la vuelta, un altísimo grado de tensión sexual en el ambiente, etc. Pero debo decirles que hay algunas cosas que por televisión olvidan pasar, y justamente sobre eso me gustaría profundizar. Para empezar, como consecuencia del peor de los males que atormenta a nuestro querido país, hablo del viento en la playa, no termina uno de abrir una cerveza, descorchar un champán o rellenar su popular, que el contenido ya esta totalmente lleno de arena. Para beber en esas condiciones, sinceramente me hubiera quedado en el tugurio de departamento que habíamos rentado, seguramente acompañado por el fiel zorro dos, a quien por desgracia no vi en todo el viaje. Otra peculiar característica que vaya uno a saber por que razón no suele aparecer en las fiestas playeras de Quilmes es la inclemencia de la madre naturaleza. No pocos fueron los días en que el nivel del mar estuvo a tal altura que escasos metros de playa quedaban disponibles. Como podrán imaginarse, la más pedorra ola arrastraba con un gran porcentaje de nuestras pertenencias, aunque también traía otras, generalmente de mejor calidad. Circula el rumor que una ola de mediana intensidad casi acaba con la vida de uno de nuestros más frágiles miembros, zorro cinco, quien ya habría sufrido una experiencia similar en Guarda do Embau, y quien además ya había visto peligrar lo que restaba de su integridad física unos días atrás. El frío tampoco nos jugo una buena pasada a quienes sistemáticamente olvidábamos llevar el mas mínimo abrigo, pero me he enterado de buena fuente que varios zorros, esta vez innumerados, disfrutaban observando pezones en punta y reducidos penes. Pero no toda diferencia era un aspecto negativo, un gran alivio fue para mi la sólida presencia de un responsable estado gendarme que, mediante sus oficiales de la azulada, ponía un sensato limite al jolgorio cuando se iba haciendo la hora de la cena, y no dudaba en reprimir violentamente a aquellos alborotadores que pretendían seguir de parranda, circunstancia rara vez mostrada en las anárquicas publicidades de cerveza.

Ya veremos que nos depara el próximo verano.


 
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